Aquí está ese momento de mi
vida en el que clavo los ojos en la madrugada mientras mastico y regurgito y vuelvo a masticar la
acidez de la amargura. Ese momento en el que lo imagino pellizcándote los
pezones y te escucho suplicarle que así no, que más duro, que así sí, que ajá, que
ajá. Ese momento en el que cada atisbo del sueño huye del espantajo de tu
ausencia. En el que sé que cualquier mujer que no seas tú me será insípida, en
el que todo me sabe a nada y en el que tu desprecio me escupe la cara. Es ese
momento de recorrer una vez y cien veces el mismo pasillo que recorrimos, a ver
si acaso queda algo de ti. De pensar en ese anónimo que te saborea la
humedad y te acaricia el vello con la punta de la nariz. De andar por inercia.
De asimilar que no soy más la carne de tu canibalismo. De enterrarme las
espinas de las canciones que nos musicalizaron el desenfreno. Es ese momento de
mi vida de despertar sin que me pertenezcas en un abrazo. De no poder ladearte el
cabello de la oreja para besarte y decirte que aquí está tu café. El momento de aceptar
que pasé de moda. Que no hay presente ni hay nosotros. Que ahora solo
fuimos.