lunes, 23 de julio de 2018

Cuando muera


Por favor, no metan mi cadáver en una urna para que digan, al verme la cara blanquecina, rígida y apendejada, que quedé igualito.
Por favor, sin esas  doñitas de las que me reí que repiten esos rosarios de los que me burlé.
Por favor, sin esquelas que lamenten mi “sensible fallecimiento”.
Por favor, sin velitas al lado de mis fotos.
Por favor, sin cementerios. Sin curas. Sin letanías. Sin flores.
Por favor, no se consuelen con la idea de que estoy en otra vida en la que no creí.
Por favor, tampoco se consuelen con la idea de que voy al encuentro de un Fulano en el que tampoco creí.
Por favor, sin “vivirás eternamente”, sin “por siempre en nuestros corazones” y sin “vuela alto”.
Por favor, sin a un año de tu partida. Ni a diez. Ni a cien. Ni nunca.
Por favor, sin “algún día nos reuniremos”, pues jamás nos reuniremos otra vez.
Por favor, métanme sin despedidas ni ritos en el horno crematorio y desháganse de mis cenizas. O entréguenme a los estudiantes de Medicina para que me jurunguen el culo y las bolas.
En cambio, si quieren dedicarle algo a mi memoria, beban y escuchen La Traviata.
Beban lo que consigan.
Beban ron. Beban cerveza. Anís. Güisqui.
Lo que sea.
Pero beban. Hasta que no tengan conciencia.
Y por mí no se preocupen.
Porque habré muerto.
Sin más.
Como también, en breve, morirán ustedes.